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24.7.09

INVESTIGACIÓN DE UN MÉDICO ARGENTINO


Desigualdad social: factor de riesgo cardiaco
La mortalidad por enfermedad coronaria retrocede impulsada por cambios en los hábitos de la población. En los sectores desfavorecidos esta tendencia se frena porque persisten factores de riesgo como la mala alimentación y el tabaquismo. En qué fallan las campañas de concientización.

Una buena noticia: la mortalidad coronaria está en baja. Países como Finlandia, que presentaba las tasas más altas de mortalidad coronaria en los años 60, la redujeron en un 70%. También Italia, Inglaterra y Francia disminuyeron entre un 30 y un 50%. La Argentina no se queda atrás, con una reducción del 40% en las últimas décadas, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Dilucidar si esto se debe a que existe una mayor conciencia en el mundo con respecto a los factores de riesgo o a los avances de la tecnología es una de las preguntas de los especialistas.
"El descenso de la mortalidad se produjo una década antes de la amplia difusión de los tratamientos efectivos”, destacó el Dr. Martín O’Flaherty, médico de staff del Hospital Universitario Austral, versado en políticas de Estado ante las epidemias e investigador en Epidemiología cardiovascular en la División de Salud Pública de la Universidad de Liverpool (Inglaterra). Sostuvo que 2/3 de la caída en la mortalidad se atribuyen a cambios en la dieta y en el estilo de vida, y 1/3 a los tratamientos médicos y quirúrgicos.


“Es interesante que procedimientos que parecen muy efectivos y costosos han contribuido muy poco a la caída en la mortalidad”, enfatizó. Citó el ejemplo de la cirugía coronaria y la angioplastia, que solo contribuyen un 4% a la caída observada.
Una mala noticia: la tendencia mundial al descenso de la mortalidad cardíaca desacelera en los sectores marginales de la sociedad. El Dr. O’Flaherty, que se encuentra viviendo en Liverpool, publicó este mes un estudio acerca del tema en el British Medical Journal (BMJ), en el cual indaga en la relación entre enfermedad coronaria en adultos jóvenes en Escocia y desigualdades sociales. Analizó datos poblacionales del período entre 1986 y 2006 de personas de 35 años o más, con el objetivo de comprobar si la mayoría de los factores de riesgo cardiovascular se asociaban con un nivel socioeconómico bajo. Junto con su equipo, finalmente demostró que la tendencia de la mortalidad cardíaca a disminuir se estanca en los sectores desfavorecidos, debido en gran parte a la prevalencia del tabaquismo, la diabetes y la mala alimentación, sumados a una educación pobre y un salario mínimo.
“En general, aquellas personas más pobres y menos educadas tienden a tener hábitos menos saludables.
La inequidad es una causa probable.
Es parte de lo que en salud pública llamamos la trampa de la pobreza: la pobreza esencialmente elimina la capacidad de elegir un estilo de vida saludable por varios motivos. En primer lugar, la gente con dificultades económicas maximiza el valor calórico de lo que compra, elige comida rica en grasas y calorías. Y no tiene los recursos educativos y personales para, por ejemplo, dejar de fumar. Así aparece la trampa: sus conductas generan enfermedad, la enfermedad genera pobreza”, expresó el Dr. O’Flaherty.
A modo de solución, cree que el estado debería “subsidiar” un estilo de vida saludable. “Sabemos exactamente lo que hay que hacer para prevenir esas muertes, pero simplemente, no lo hacemos”, concluyó.

Las campañas de concientización no alcanzan
Que hábitos como el tabaquismo y la mala alimentación sobrevivan a pesar de la promoción constante de la salud sugiere, según el Dr. O’Flaherty, que existen barreras que frenan los cambios. Opinó que no acaban de ser totalmente efectivas porque “tienden a responsabilizar al individuo, y a veces este no puede cambiar porque el ambiente es adverso y no fomenta el cambio”. Por otra parte, si bien el cambio individual es importante, el investigador afirmó que las campañas nunca van a lograr que toda una población cambie, y ahí es donde entran en juego las políticas estatales. “Comprás un producto pensando que es saludable pero a veces tienen grasas trans o sal. ¿Qué pasaría si en vez de tener que fijarte vos y preocuparte de leer las etiquetas (y entenderlas) directamente obligaras a la industria alimentaria a que elimine o reduzca esos nutrientes? Se hizo con el tabaquismo, falta aplicarlo en la alimentación. El impacto sobre la población sería mucho mayor”, ejemplificó.
Este es el momento de tomar medidas; el Dr. O’Flaherty resaltó en el estudio publicado que, dada la dinámica de la población, las tasas de mortalidad cardíaca pueden incrementarse nuevamente si no se controlan los factores de riesgo: “El patrón en Europa y los Estados Unidos es que en general la gente come menos grasas saturadas y fuma menos, pero por ejemplo se comen mas calorías, se hace menos actividad física y se come más sal. El resultado es que si bien bajan el colesterol y el tabaquismo, la obesidad y la diabetes están aumentando, y llamativamente las cifras de presión arterial en jóvenes, particularmente en mujeres están empezando a dejar de descender”. Buenas y malas noticias, para estar alertas.

Contactos
Martín O’Flaherty
Médico de staff del Hospital Universitario Austral
Versado en Políticas de Estado ante las Epidemias
Investigador en Epidemiología Cardiovascular en la División de Salud Pública de la Universidad de Liverpool (Inglaterra)
moflaher@gmail.com
Tel: +44 (0)151 794 5273

Lic. Mariana Israel
Prensa
Hospital Universitario Austral
misrael@cas.austral.edu.ar

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