El feto en el útero no está enteramente protegido del medio ambiente. Muchos son los factores adversos que lo pueden afectar, causándole problemas al nacer o aún mas tarde en su edad adulta. Actualmente algunos autores atribuyen a factores del desarrollo intrauterino la posterior aparición de enfermedades como la hipertensión, afecciones cardiacas o diabetes.
Los conceptos cambian
Hasta hace dos décadas se afirmaba que el feto dentro del útero
estaba muy protegido del medio ambiente, y que dentro de él se
comportaba como un perfecto parásito. Sin embargo, los estudios
realizados durante los últimos 10 o 15 años parecen no confirmar esta
creencia. El hecho es que a través de la madre, el feto está expuesto a
diversos factores nocivos del medio ambiente. Muchas sustancias nocivas
que están en el ambiente, como el plomo que la madre inhala o ingiere,
pasa a su sangre y de allí al feto, afectando su sistema inmunológico (El plomo en el embarazo).
Estamos hablando de daño cerebral fetal
Del mismo modo el alcohol o las drogas que la madre ingiere, dañan el
cerebro del feto y producen malformaciones (síndrome alcohólico fetal).
Del mismo modo, las drogas que la madre toma, también pasan la barrera y
afectan al feto. Los cigarrillos que la madre fuma producen un retardo
en el crecimiento fetal, naciendo el niño con menor peso y con posibles
daños cerebrales. Otros trabajos parecen indicar que el smog produciría
también un retardo en el crecimiento fetal (Creces, Octubre 1997,
pág.13).
Binomio de autoayuda y auto daño
También se ha comprobado que el feto no es un parásito perfecto, que
puede llegar a expoliar a la madre en su propio beneficio, llegando a
desnutrirla sin que su desarrollo se afectara. Muy por el contrario, hoy
se sabe que una mala nutrición de la madre inmediatamente repercute en
el feto afectando su crecimiento. Por ello en los países
subdesarrollados son muy frecuentes los nacimientos con niños de bajo
peso (menos de 2.500 gr) que, como en el caso de la India, pueden
alcanzar hasta el 20% de los nacimientos, mientras en un país
desarrollado los nacimientos con niños de bajo peso no pasan del 5%.
Todo esto demuestra que el niño en el interior del útero no está
protegido del todo de factores ambientales nocivos. Nuevas y actuales
investigaciones están demostrando que lo que suceda al feto en el útero,
aunque éste aparentemente nazca normal, puede más tarde (en la edad
adulta) verse afectado por enfermedades como hipertensión, enfermedades
cardiacas o diabetes.
El stress de la madre afecta al feto
Ello no sólo por deficiencias nutritivas, sino incluso por factores
emocionales de la madre durante el embarazo. Es así como el stress a que
esté sometida la madre durante el embarazo, parece ser un factor
condicionante de hipertensión crónica en el hijo, que se haría evidente
más tarde en su edad adulta (Las angustias de la madre durante el embarazo, afectan al hijo).
De todo ello se puede derivar una recomendación general a la madre
embarazada para proteger al niño que tiene en sus entrañas: alimentarse
bien, que tenga un embarazo tranquilo, que no ingiera medicamentos
(incluso la aspirina es dañina en el feto), a menos que el médico se los
prescriba, que elimine el alcohol, las drogas y el cigarrillo.
Desarrollo fetal y enfermedades del adulto
Cuando David Barker, epidemiólogo de la Universidad de Southampton,
publicó su trabajo en que relacionaba factores adversos ocurridos
durante el embarazo con la aparición posterior de enfermedades crónicas
en la edad adulta, la reacción general de los expertos fue de
incredulidad. Era ya aceptado que la hipertensión, las enfermedades
cardiacas o la diabetes del adulto, eran la consecuencia de factores
genéticos, del estilo de vida, o de malos hábitos alimentarios
adquiridos a lo largo de su vida. Pero a nadie se le habría ocurrido
pensar que en su génesis, también eran importantes factores adversos
ocurridos durante la gestación intrauterina. Hoy, numerosos otros
trabajos han ido confirmando lo descrito por Barker.
De la incredulidad a la aceptación
Según Barker, la mala nutrición materna no sólo afecta el crecimiento
del feto, sino que también programa a éste para que más adelante, a lo
largo de su vida desarrolle enfermedades crónicas comunes. En un estudio
epidemiológico desarrollado en Finlandia, encontró que los niños que
nacían con bajo peso, incrementaban el riesgo de padecer más tarde de
diversas enfermedades, como hipertensión, afecciones cardiacas y
diabetes.”Yo me consideraba entre los escépticos”, dice Kent Thornburg,
de la Oregon Health Science University en Portland, “pero ahora ya
existen correlaciones sólidas, como para aceptar la idea”.
¿Cuáles serían los mecanismos?
Cuando los efectos adversos se pueden constatar ya en el momento de
nacer, es fácil aceptar la correlación entre el agente nocivo y el
efecto sobre el desarrollo fetal. Tal es el caso de la desnutrición
materna y el bajo peso al nacer o el alcohol, las drogas o el cigarrillo
(es probable que este último actúe disminuyendo el suministro de
oxígeno y elevando los niveles de monóxido de carbono en la sangre
fetal). Pero es difícil imaginar cómo algunos de estos factores vayan a
afectar órganos como el páncreas, hígado, vasos sanguíneos o el riñón,
hasta traducirse 50 años más tarde en alguna enfermedad crónica.
El tema parece interesante, y es así como en la actualidad, docenas
de investigadores están tratando de esclarecer los hechos buscando
mecanismos que expliquen esta correlación. La búsqueda se ha orientado
en diversas direcciones y han surgido varias interpretaciones posibles.
Culpa del stress materno
Una de ellas tiene que ver con el stress y las
hormonas mediadoras del mismo. Se sabe que las hormonas que se secretan a
causa de un stress, alteran el crecimiento de la placenta, permitiendo
que la barrera que allí se establece, otorgue el paso de estas hormonas a
la sangre fetal. Hay que considerar que la malnutrición y las malas
condiciones de vida de una madre, constituye un estrés importante.
Miodrag Dodic del Howard Florey Institute en Melbourne, Australia,
expuso fetos de ovejas a la acción de hormonas del stress durante 48
horas. Más tarde, algún tiempo después de nacer, éstas comenzaron a
desarrollar hipertensión, que se fue haciendo progresiva en función del
tiempo (New Scientist, Julio 1999, pág. 27). Por otra parte, ratas
expuestas en las mismas condiciones, nacieron más pequeñas y también
tenían presión alta y elevación de la glucosa sanguínea. A su vez, los
niños que nacen con bajo peso, también tienen niveles altos de hormonas
de estrés. Se piensa que estas mismas hormonas afectarían el cableado
cerebral, produciendo un cableamiento anómalo de las conexiones
neuronales, que de algún modo crearían condiciones permanentes de
estímulo a la hipertensión.
Una segunda posibilidad, que no es excluyente de lo
ya analizado, podría estar dada por una distribución sanguínea diferente
en los distintos órganos del feto, que se originaría para proteger el
desarrollo del órgano más esencial, cual es el cerebro. Es así que se
sabe que cuando la madre está desnutrida, el feto dirige la mayor parte
de los nutrientes a cubrir las necesidades del desarrollo de su cerebro,
aun en desmedro de otros órganos fetales, como el hígado, los riñones y
el páncreas. Estos quedarían con una disminución del suministro, lo que
en definitiva podría significar en ellos, quedar con un menor número de
células o que algunas de ellas quedaran lesionadas.
Factor nutricional
De acuerdo a trabajos de Lori Woods y sus colaboradores, de Oregon
Health Sciences University en Portland, han observado que cuando se
reduce el aporte de proteínas a ratas embarazadas, más tarde, la mayor
parte de las crías desarrollan hipertensión. La disminución del aporte
proteico también afecta al riñón, que queda con menos nefrones (la parte
del riñón que filtra la sangre). “Como después del nacimiento no se
desarrollan nuevos nefrones, por este mecanismo se podría afectar la
regulación de su presión arterial”, dice Woods.
Una tercera posibilidad tiene relación con la edad.
Los telomeros son las partes del DNA de las células que regulan el
número de posibles divisiones de ellas, y por lo tanto determinan la
duración de su vida (La historia de la vejez).
Las crías que nacen de madres que han recibido una dieta pobre en
proteínas y posteriormente bien alimentadas, crecen más rápido. Como
consecuencia de ello, las células renales tendrían telomeros más cortos.
Esto es lo que sugiere Nick Hales un bioquímico de la Universidad de
Cambridge. En estas condiciones podría ser que el riñón perdiera sus
capacidades funcionales, y entre ellas, la capacidad de regular la
presión sanguínea.
Desnutrición y colesterol
Según Julie Owens de la Universidad de Adelaide en Australia,
trabajando con cuyes observa que si durante el embarazo se someten a
dietas moderadamente carentes en proteínas, sus crías más tarde
presentan niveles de colesterol sanguíneo más elevado. Los hígados de
los mismos, son más pequeños y los hepatocitos (células hepáticas)
tienen menos receptores celulares que capten el colesterol desde la
sangre. “Pienso que la desnutrición “in útero” al afectar la función
hepática, afecta la homeostasis del colesterol”, dice Owens.
También la desnutrición en el útero, según Christopher Martyn de la
Universidad de Southampton, condiciona que las paredes arteriales de las
crías sean más delgadas. Hay que tener presente que en condiciones
normales, la elastina (la proteína que da elasticidad a los vasos) se
deposita en los vasos preponderantemente durante la etapa de desarrollo
uterino.
Finalmente, también los animales con desnutrición intrauterina
presentan páncreas más pequeños y células beta que funcionan a un nivel
más bajo, lo que podría explicar la mayor susceptibilidad a padecer de
diabetes más tarde en la vida.
En resumen, las recientes investigaciones de diversos grupos ofrecen
variadas explicaciones tendientes a explicar cómo y cuándo la vida
intrauterina llega a afectar el crecimiento fetal, podría esto
condicionar situaciones metabólicas que más tarde se traducirían en
diversas enfermedades.
Pero habría una contradicción
De acuerdo a todos estos antecedentes, la hipertensión, las
enfermedades cardiacas y la diabetes, deberían ser mucho más habituales
en los países pobres, ya que allí es donde se da la mayor frecuencia de
nacimientos con bajo peso (hasta el 20% del total de los nacimientos), y
es también allí donde se dan las mortalidades infantiles más altas y
donde se dan las peores condiciones de salud materna. Pero en la
práctica no sucede así, ya que se estima que la hipertensión y la
ateroesclerosis son enfermedades propias de los países desarrollados.
Sería interesante repetir todas estas experiencias de traumas
intrauterinos, en niños nacidos en países subdesarrollados y que ahora
ya hayan alcanzado la edad adulta. Ello se podría hacer en países como
el nuestro, ya que existen los datos estadísticos confiables,
relacionados al embarazo, peso del nacimiento y mortalidad infantil.
Esto permitiría ver si en estas circunstancias se reproduce también lo
observado por Barker en Finlandia, relacionando el bajo peso al nacer,
con enfermedades posteriores en la vida adulta.
En todo caso, podría ser también que si los países pobres adoptaran
los hábitos alimenticios de países ricos, estas enfermedades se hicieran
aún más frecuentes. Por ahora habría que pensar que el estilo de vida y
la dieta son factores más importantes que la nutrición fetal en la
génesis de enfermedades como hipertensión, afecciones cardiacas o
diabetes
Editor: ya varios años se sospechaba lo que estamos
viendo, el paso fácil de la desnutrición a la obesidad y todas las
consecuencias que ello acarrea, como bien lo explica el profesor
Monckeberg en sus estudios desnutrido hacia la obesidad
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